16.5.18

fulbo & misterio: los últimos veintidós


El sábado estuvimos en la Feria del Libro firmando ejemplares de fulbo & misterio. Agradezco a los amigos y visitantes que se acercaron al stand de LibroFutbol.com con los que charlamos un largo rato. A modo de muestra, publicamos en este post, el último cuento del libro Los últimos veintidós. Espero que lo disfruten. Y si se quedan con ganas de más, ya saben dónde pedir el libro: LibroFutbol.com (http://librofutbol.com).
LOS ÚLTIMOS VEINTIDÓS

(Traducido del Life & Time – Derechos exclusivos)

Es un domingo de sol pero no es cualquier domingo.

Es el último domingo con fútbol.

Llegamos al Campo Deportivo de la Ciudad especialmente acondicionado para esta ocasión. Desde temprano se han ido acercando los espectadores. Un puñado (no supera la centena), mayormente familiares y amigos de los protagonistas de este último juego. Que el número sea reducido, no disminuye el entusiasmo. Han traído banderas y hasta un simpático trío de trompetistas tocando temas populares, a la espera de la salida de los jugadores.

Si le preguntamos a un joven de hoy qué cosa es el fútbol, posiblemente no llegue a atinar con la respuesta. Hay toda una generación que no logra comprender lo que significó este juego, desde un punto de vista cultural, para la humanidad. Hubo competencias entre naciones (los antiguos distritos en los que se dividía el mundo) que paralizaban, literalmente, el planeta. El fútbol era una disciplina donde el objeto era pasarse un balón con el pie y llevarlo hasta la meta contraria. Acaparaba la atención de tal modo que sus protagonistas eran auténticos ídolos populares, más reconocidos socialmente que algunos líderes políticos o científicos. El mundo giraba alrededor de una pelota.

Pero eso fue, claro, hace varios siglos. Cuando llegó al cénit, el deporte se consideró invulnerable al paso del tiempo. Pero el cambio en los gustos y las preferencias afectó al juego y desde allí se produjo una progresiva pero constante declinación, hasta llegar a esta realidad de hoy en día.

Muy posiblemente, la evolución tecnológica haya sido el puñal en la espalda que terminó con la primacía del juego. Los Juego Holográficos Interactivos en Red revolucionaron el gusto y las demandas de los espectadores. Ya no sólo era ver a otro realizar las proezas que uno era incapaz de hacer. Sino que con los adelantos de la Realidad Virtual, el espectador se convertía en protagonista del juego y hasta podía anexar las habilidades antes reservadas a los distintos. La democratización que significó la virtualidad alteró la naturaleza de todos los juegos habidos hasta entonces. El fútbol persistió en un lento pero paulatino ocaso. Creyó poder resistir los aires de cambio pero, finalmente, debió ceder posiciones.

“Si uno puede volar y combatir en el espacio, ¿por qué va a pagar una entrada para ver a veinte tipos pegándole a una pelota?” fue la frase escuchada en esos años cuando, al no haber interesados en organizar el Mundial (la competición internacional mencionada anteriormente), la FIFA, órgano supremo del deporte, desistió de la realización de ese torneo de ahí en más.

El fútbol trató de reinventarse pero no pudo. Treinta años después de esa decisión, la FIFA se disolvió. Dejó a cada nación la responsabilidad de organizar el fútbol, según la reglas de cada región. Pero un día, también desaparecieron las naciones.

La estructura se tambaleó y con la cancelación de los torneos locales, el fútbol quedó como un entretenimiento doméstico, ejercido por un grupo de nostálgicos con más fervor que habilidad.

Persistieron, por un tiempo, las Ligas Retro de Fútbol que intentaron mantener el espíritu de la competencia. Pero el número de jugadores se reducía dramáticamente cada año.

Precisamente el año pasado, una investigación realizada por el multimillonario Alex Hutton, uno de los últimos admiradores del juego, arrojó que en todo el planeta no había más de treinta jugadores de fútbol. El diagnóstico ponía al juego frente a la cruel realidad de su extinción.

Por ese motivo, Alex Hutton decidió darle un cierre digno al espectáculo que acaparó la atención de millones y organizó este último partido, con los últimos 22 jugadores activos en el planeta. No hay más que estos. Ni siquiera se ha podido reunir un banco de suplentes.

De hecho, si el partido pudo organizarse fue porque uno de los invitados a este juego, Diego Destefassi (57 años, residente del Aglomerado Sur) difirió su retiro, retrasando una operación por una lesión ligamentaria cuya recuperación lo hubiera alejado definitivamente de la actividad física. Por esa muestra de hombría, Destefassi fue quien encabezó la fila de los veintidós jugadores que entraron a la cancha para desarrollar los últimos noventa minutos de fútbol.

A Alex Hutton le tocó el honor de ejercer la función de árbitro (un neutral que estaba a cargo de aplicar las reglas del juego), rol ganado no tanto por ser quién financió el viaje de los jugadores y la organización del partido, sino porque es uno de los pocos conocedores del reglamento del fútbol y de los cambios sucedidos en su historia.

Ciertamente, Alex Hutton tuvo muy pocas complicaciones para su tarea porque los jugadores afrontaron este partido como lo que era: una despedida. Se lucieron con algunas combinaciones, tiros de larga distancia, un par de atajadas para cada arquero (el único de los jugadores que puede tomar la pelota con las manos) y un manojo de goles que fueron gritados con la pasión y el desenfreno que caracterizaban las épocas pasadas y que hoy nos parece algo tan ajeno.

El escaso público acompañó las acciones, alentó a los jugadores y estuvo más pendiente del homenaje que de las vicisitudes del partido. De hecho, el resultado final de 6 a 6 fue una mera circunstancia, una anécdota para lo que representó este juego final.

A poco de terminar, a siete minutos del final, Destefassi intentó irse en velocidad con el control del balón, para buscar un gol que desequilibrara el tanteador. Pero su físico dijo basta. Sintió que algo se rompió en su pierna (el ligamento que lo tenía a maltraer) y, automáticamente, se frenó, echándose a llorar. Destefassi entendió de inmediato que, con su lesión, no sólo se acababa su carrera en el fútbol sino, también, se acababa el fútbol mismo.

Sus compañeros también lo entendieron así. Ya no volverían a reunirse otros veintidós para realizar este juego. Por lo tanto, dieron por finalizado en ese mismo momento el encuentro. Reunidos en el centro del campo, se abrazaron y lloraron juntos sin importar el color de su camiseta.

“Fue el mejor juego del mundo” confesó, entre lágrimas, Diego Destefassi ni bien se dio por concluido el partido. “Es una lástima terminar así. Hoy la gente pide otras cosas. Se entretiene con otros juegos. Una pelota bajada de aire con el pie ya no causa asombro. No sé. Algo cambió en la sociedad. Y en este mundo, el fútbol ya no tiene un lugar”.

El último pitazo simbólico. Sacar las redes. Desmontar los arcos. Y apagar las luces del estadio. Queda al viento y a la lluvia la responsabilidad de borrar las líneas de cal.

Así se fue el fútbol del mundo.

“Como especie, fuimos testigos de lo mejor del fútbol y, también, de su final” declaró Alex Hutton cuando todo hubo acabado “Me siento en paz de haber contribuido a que se haya ido, al menos, con la misma dignidad con la que se jugó todos estos años”.


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